Éste dos mil once dejó muchas hojas en blanco así como muchas otras sin espacio alguno.
Quisiera escribir con seguridad que fue un buen año, pero para qué engañarme.
Quién iba a pensar que me costaría tanto escribir acerca de estos meses que sentí tan inconclusos y complicados.
¿Por que yo así lo quise?
Quizás, cabe la posibilidad que mi persona haya decidido complicarse tanto la existencia pero también recaen otras situaciones y personas.
Y al final de cuentas la única decisión que importa es la propia.
Qué decir, me es tan fácil divagar en un mar de palabras que no tienen fin alguno.
Y quizás no tenga importancia darle un final espectacular a dicha entrada, por ser el último día de éste dos mil once, tan crudo, tan cruel, tan lleno de tristezas y olvidos, mentiras, engaños y venganzas.
Oh, quisiera que mi corazón estuviera lleno de alegría al terminar, viéndome al espejo como un sueño dulce de cosas bonitas y profundas.
Pero por otro lado en el silencio pienso y me digo a mi misma "Será mejor así, dejar a un lado tantas cosas negativas y renacer éste nuevo ciclo de vida".
Porque tarde o temprano nos damos cuenta que complicamos tanto el vivir que no disfrutamos ni el mínimo segundo de vida. Al menos, tiendo a hacerlo.
Tampoco simplifico mi año como algo malo, claro que hubo cosas buenas (pocas pero duraderas), emprendí viajes inolvidables con personas increíbles en muchos sentidos.
Aprendí tanto y cumplí pocas metas que años atrás me propuse, pero las valieron.
Así como la enseñanza de un amor familiar, porque hace tanto me alejé de ellos y necesitaba recuperar el tiempo perdido.
Por ello me despido con felicidad y dejo de tristeza de tantos meses, semanas, días, horas, minutos y segundos todo lo que paso, quedándome con lo bueno y abonando lo malo para que siga fortaleciendo mi alma y corazón.
Porque a pesar de lo malo, soy lo que soy.
Y agradezco a quién sea que siga viva y continúe con todo y todo.
Para demostrarme un día más que ésta mujer puede aprender a vivir aunque le cueste la vida.
Nos fuimos, dos mil once y aquí vamos dos mil doce.
Hikaru.
¿Por que yo así lo quise?
Quizás, cabe la posibilidad que mi persona haya decidido complicarse tanto la existencia pero también recaen otras situaciones y personas.
Y al final de cuentas la única decisión que importa es la propia.
Qué decir, me es tan fácil divagar en un mar de palabras que no tienen fin alguno.
Y quizás no tenga importancia darle un final espectacular a dicha entrada, por ser el último día de éste dos mil once, tan crudo, tan cruel, tan lleno de tristezas y olvidos, mentiras, engaños y venganzas.
Oh, quisiera que mi corazón estuviera lleno de alegría al terminar, viéndome al espejo como un sueño dulce de cosas bonitas y profundas.
Pero por otro lado en el silencio pienso y me digo a mi misma "Será mejor así, dejar a un lado tantas cosas negativas y renacer éste nuevo ciclo de vida".
Porque tarde o temprano nos damos cuenta que complicamos tanto el vivir que no disfrutamos ni el mínimo segundo de vida. Al menos, tiendo a hacerlo.
Tampoco simplifico mi año como algo malo, claro que hubo cosas buenas (pocas pero duraderas), emprendí viajes inolvidables con personas increíbles en muchos sentidos.
Aprendí tanto y cumplí pocas metas que años atrás me propuse, pero las valieron.
Así como la enseñanza de un amor familiar, porque hace tanto me alejé de ellos y necesitaba recuperar el tiempo perdido.
Por ello me despido con felicidad y dejo de tristeza de tantos meses, semanas, días, horas, minutos y segundos todo lo que paso, quedándome con lo bueno y abonando lo malo para que siga fortaleciendo mi alma y corazón.
Porque a pesar de lo malo, soy lo que soy.
Y agradezco a quién sea que siga viva y continúe con todo y todo.
Para demostrarme un día más que ésta mujer puede aprender a vivir aunque le cueste la vida.
Nos fuimos, dos mil once y aquí vamos dos mil doce.
Hikaru.
Recuerdo de una tarde calurosa, una tarde de fotografías.