viernes, diciembre 23

Veintidós

El tiempo transcurre así como las circunstancias, nuevas experiencias y viejos aprendizajes que relucen con caídas y subidas por una vida mejor.
Los años pasan por mi cuerpo, entrañables sensaciones de los pasos alejados, como sí cada respiro causara un estrago mental.
Recordando mis años de gato, mi vida humana, mi estancia en un mundo tan irreal.
¿Cuántos van? ¿Cuántos faltaran?
No cuento los segundos, no espero los minutos, no extraño las horas.
Aprendí a vivir en mi día junto al presente, sin preocuparme tanto por el pasado, ni el qué dirán o pensarán de una vida tan extraña pero al mismo tiempo tan común.
Enamorada de la vida a pesar de los pesares, porque no todo terminó siendo como quise, soñé, añoré, deseé, imaginé.
Es como sí de un momento a otro todo lo planeado se fuera para abajo y los años de trabajo (porque a veces se sienten como años) no hubieran servido de nada, en vano.
Pero sonrío al mañana que me alegra, iluminando las manos que día con día me enseñan que la vida es corta y hay que aprovecharla.
Días malos, días buenos, noches angustiantes así como alegres, madrugadas dolorosas así como risueñas, semanas eternas así como semanas sin contar.
Pasaron los meses y sin darme cuenta eme aquí con un año más existiendo, viviendo, experimentando, soñando, errando, complicando, deseando, ayudando, confesando, prometiendo.
Cosas tantas.
Pero un año más que lo valió todo, porque a pesar de ser uno de los años más tristes, dolorosos, complicados de mi existir (a mi manera y a mi pensar) valió la pena cada respiro tan dificultoso como amoroso, tan irresistible como irremediable.
Porque puedo decir con seguridad que éste año aprendí más que nunca.
Por los errores ajenos, propios, con vos y conmigo, con ellos y aquellos; porque a pesar de que las cosas no salieron como mi corazón lo anhelaba he aprendido a amar las desventajas y ventajas que me trae la vida.
Dejé de creer en las promesas (ahora más que nunca) y aprendí a querer las acciones más que las palabras, dejé a un lado el endulzarme el oído por sueños inconclusos y aprendí con golpes al corazón que vale más una sonrisa sincera que mil palabras que no llevan a nada.
Aprendí que amar no significa vivir para la otra persona y cambiar por completo con tal de hacerla feliz, aprendí que ser amada no significa miles de detalles materiales y promesas sin cumplir.
Aprendí con tristeza y con dolor que aunque el amor se acabe la vida continúa y los pequeños detalles de la vida son los que me hacen ser lo que soy.
Aprendí que las mentiras tarde o temprano se descubren y que los perdones no valen nada sí no hay un cambio rotundo en la contraparte.
Aprendí que la vida nos trae sorpresas inimaginables y personas nuevas que nos hacen ver que la vida no espera y que depende de nosotros continuar luchando por un mañana mejor.
Aprendí que aprender no es de un día para otro, pero tampoco es un imposible.
Éste año lo valió, por eso y más

Feliz, feliz, feliz cumpleaños a mí.

Hikaru.
Fotografía: Las 2 personas que más amo en mi vida, mi hermano y mamá.

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