"Nada es para siempre, absolutamente nada" insistía del otro lado del teléfono y las lágrimas rodeaban mi rostro, las manos temblaban por el frío de aquella noche y mi cuerpo se debilitaba con cada palabra, cada recuerdo, cada suspiro, cada mentira, cada promesa, cada insulto al corazón.
"Yo lo sé, es lo más irónico del caso. Sé tanto, entiendo, comprendo pero continúo. Ja, que estupidez" respondía con la voz quebrantada, conteniendo mi dolor, la tristeza, suprimiendo la felicidad que horas atrás había demostrado.
"Mirate ahora, mira cómo estás" su voz me tranquilizaba pero mi mente argumentaba sucesos inexplicables, descorazonada lloraba, quería gritar y salir corriendo sin importar el dónde, ni el cuándo, para no regresar y pretender que el tiempo todo lo curaría, sin darme cuenta.
"No puedo seguir huyendo, pero tampoco puedo enfrentar la situación" molesta, frustrada, desesperada ahogaba mis gritos en golpes contra la grama, mis piernas temblaban y mis manos heladas descontrolaban mi cabellera junto al viento.
"Tarde o temprano lo harás, es como entrar a la piscina, al principio sentís el agua fría, fría, fría pero con el tiempo te vas aclimatando, acostumbrando" no respondí al instante, pero sabía que su razón y mi corazón iban de la mano y las palabras doblegaban aquel dolor, que semanas atrás había olvidado.
"¿Y por qué no lo hago? Ja, soy tan estúpida." reía, gritaba, lloraba, insultaba y no encontraba otra manera de tranquilizar mi corazón y dejar de llorar, alejar toda la tristeza que días atrás no sentía. Y esa tarde, esa noche todo cambió, dio un giro 180º y las cosas volvieron a estar por los suelos.
"No querés salir de tu zona de confort, pero tenés que hacerlo" zona de confort, repetí para mis adentros. Tiempo atrás no quise aceptar que era una situación tan agobiante que no quería salir de ahí, al menos no tan fácilmente. Porque la costumbre de sentirme triste, de bajar la mirada a los problemas y quedarme callada con las inconformidades se estaba volviendo parte de mi rutina, pero con el pasar del tiempo y mis malestares (tanto físicos como mentales) me dieron una señal muy grande.
Tengo y debo salir de mi zona de confort.
Aunque duela, extrañe, necesite, desee, ame con todo mi ser.
Un paso más, un paso menos.
La zona de confort me está matando, len-ta-men-te.
Amelí.
Fotografía: Atardecer en Las Camelias - Patzún.
1 comentario:
"Nada es para siempre, nada es eterno. Si ni siquiera tu lo eres, mucho menos sera esto" gracias gracias, porque existes! No seria lo mismo sin ti! :) "aqui estaré siempre, mientras viva" y recuerda lo que una vez dijo el señor Rooselveth, "Nadie puede hacerte sentir menos sin tu consentimiento" te amo! :)
Publicar un comentario